lunes, 1 de marzo de 2010

El léctor, BERNHARD SCHLINK

"Pero cuando me siento herido vuelven a asomar las antiguas heridas, cuando me siento culpable vuelve la culpabilidad de entonces, y en los deseos y las añorranzas de hoy se ocultan el deseo y la añoranza de lo que fue. Los estratos de nuestra vida reposan tan juntos los unos sobre los otros que en lo actual siempre advertimos la presencia de lo antiguo, y no como algo desechado y acabado, sino presente y vivido."




Hanna observa atentamente a Michael. Analiza los movimientos que el chico hace con su boca al narrar: la lengua, los labios, la mandíbula… cómo son colocados para permitir la nítida salida de la voz, la exacta modulación del sonido, la melodía de sus palabras, el ritmo que impera. Se detiene también ante su gesticulación y sus movimientos: con una mano, Michael sujeta el libro que lee; con la otra, da viveza al relato. Adopta el cuerpo, lo mimetiza con la narración. Está desnudo. En su desnudez, Hanna estudia también la emoción: cómo se eriza la piel, cómo surcan las lágrimas, cómo nace el sudor. También Hanna está desnuda. Entre ellos, entre sus cuerpos, las voces de la literatura. Él lee y ella escucha atenta cada palabra, el significado exacto y evocativo de cada argumento. Imaginan, recrean, sienten. La lectura les une y la escena es tan sensual como la que protagonizan cuando cierran el libro.

La imagen descrita puedes imaginártela o puedes verla. Leí primero el libro y después vi la película. Ni el uno ni la otra decepcionan. Al contrario, el libro es un texto magnífico, una novela maravillosa, arrasadora. Y la película es una recreación que nada tiene que envidiarle. 

Michael es un adolescente novato de quince años con una salud endeble. Hanna es una mujer de 36 años, revisora de trenes, con demasiados secretos. Un día, a la vuelta del colegio, él se siente mal, y ella, una mujer desconocida hasta entonces, lo cuida y lo acompaña a casa. Empiezan así una historia de amor, sexo y literatura.

Un día, ella desaparece. El chico siente que el mundo se acaba, pero el mundo siempre sigue. Pasan los años. El chico se convierte en un estudiante de Derecho. Es la Alemania de finales de los años cincuenta, marcada por la Segunda Guerra Mundial. Estudiando leyes, Michael acude como observador a los juicios contra criminales de guerra. Se acusa a varias mujeres de haber trabajado para las fuerzas SS como carceleras de los campos de concentración de Auschwitz. Hanna es una de las acusadas.

¿Hasta qué punto somos capaces de perdonar? ¿El amor puede competir con la moral? ¿Se puede confiar al cien por cien en las personas que queremos? ¿Según qué parámetros se debe juzgar el pasado? ¿Hasta dónde se puede guardar un secreto?

Cuando leí El lector, novela escrita por Bernhard Schlink, me pareció una obra redonda, exquisita, precisa. Me encantó. A la adaptación cinematográfica no entré demasiado convencida, salí exhausta, maravillada. Me pareció una película preciosa, nítida, clara. Emocionante. Y la interpretación de Kate Winslet, impresionante. Ruda y frágil, fuerte y sensible. Una actuación fantástica.
Literatura e historia entremezcladas. Pasado y presente quedan como tiempos enlazados dejando muchas preguntas sin resolver.

El léctor
BERNHARD SCHLINK
Traducción: Joan Parra Contreras.
2000 Anagrama, 203 páginas.

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