"Miré el montón de papeles y se me revolvió el estómago. Los sentimientos contenidos de muchos periodistas se habían volcado allí. Había textos que no disimulaban, entre malicias, la alegría de que Franco estuviera, como ellos decían, dentro de la ciudad. Las gentes que leyeran aquellos despachos en otros países estarían convencidos de que los rebeldes habían ya conquistado Madrid".
Arturo Barea nació en Badajoz, pero se crío en Madrid, donde vivió la guerra civil española, durante la cual estuvo al mando del órgano de censura. Ya había sido militar en la guerra de Marruecos. Poco antes de finalizar la contienda española, se vio obligado al exiliarse en Londres. Desde allí, escribió La forja de un rebelde, su novela autobiográfica, considerada una de las obras maestras de la literatura universal.
La editorial inglesa Faber&Faber fue la primera en publicarla, entre 1941 y 1946. En 1951 se editó en español por la editorial argentina Losada. Está compuesta por tres tomos.
En La forja, el primer tomo de la trilogía, Barea narra su infancia y juventud en el Madrid de principios de siglo. Un mapa de lugares que ya no existen, que ya no podemos dibujar. “Los doscientos pantalones se llenan de viento y se inflan”. Es el inicio del libro. La figura de su madre, la señora Leonor, lavandera, tendiendo la ropa. El Madrid más castizo. Barea, con la voz del niño que fue, cuenta esos años con la inocencia necesaria, con precisión, sin fantasía. Su familia, sus amigos, su colegio. Buscarse la vida. Sobrevivir. La pobreza. Los sueños que habitan en el pueblo del verano. Los abuelos. Navalcarnero. La antesala de Madrid. El recuerdo, la añoranza: “¡Qué bien se está aquí! La cabeza entre las rodillas”, escribe. Y continúa: “Y yo le miro la cara de abajo arriba sin que ella me vea… Entierro la cabeza entre el delantal como los gatos. Quisiera ser gato. Saltaría encima de las faldas y me haría una bola… Subir encima de las faldas, hacerme una bola, dormitar oyendo hablar… Quedarme allí, quieto, ¡muy quieto!”. E irremediablemente crecer.
La vida política marca el ritmo de La ruta, el segundo tomo. Los primeros apuntes literarios de Barea y, sobre todo, su experiencia en la guerra de Marruecos: Los primeros ideales y las primeras renuncias. Las vísperas de las, también primeras, batallas. Y su regreso de nuevo a Madrid, pero a un Madrid diverso: “Existía un vacío de dos años entre mi familia y yo, entre Madrid y yo. Habíamos roto el hilo de la vida diaria. Si queríamos reanudar nuestras vidas juntas otra vez, teníamos que atar con un nudo las puntas rotas; pero un nudo no es una continuidad, es la unión de dos trozos con un roto entremedias”. A su vuelta, Barea se encuentra con un Madrid alterado, con un decorado que se alimentaba de El Liberal, El Defensor, El Socialista, El Sol, ABC, El Debate… los diarios de la época. Regresar a la Puerta del Sol. Y volver a marcharse, y seguir buscando su lugar.
La vida política marca el ritmo de La ruta, el segundo tomo. Los primeros apuntes literarios de Barea y, sobre todo, su experiencia en la guerra de Marruecos: Los primeros ideales y las primeras renuncias. Las vísperas de las, también primeras, batallas. Y su regreso de nuevo a Madrid, pero a un Madrid diverso: “Existía un vacío de dos años entre mi familia y yo, entre Madrid y yo. Habíamos roto el hilo de la vida diaria. Si queríamos reanudar nuestras vidas juntas otra vez, teníamos que atar con un nudo las puntas rotas; pero un nudo no es una continuidad, es la unión de dos trozos con un roto entremedias”. A su vuelta, Barea se encuentra con un Madrid alterado, con un decorado que se alimentaba de El Liberal, El Defensor, El Socialista, El Sol, ABC, El Debate… los diarios de la época. Regresar a la Puerta del Sol. Y volver a marcharse, y seguir buscando su lugar.
Con La llama finaliza la trilogía. El relato de aquel 18 de julio de 1936, la más conmovedora descripción de los años de la guerra civil española y el exilio del escritor en Inglaterra. Sencillo y preciso, detallista, Barea va describiendo su vida, mezclando los aspectos más íntimos -su matrimonio, sus hijos, el amor- con los más públicos, la descripción de su trabajo y de la vida social. El pulso a un país a punto de meterse en una guerra civil. Con la ventaja de saber el final, de leer desde el hoy, vamos desmigajando el pasado. Comprendemos mejor aquella guerra atendiendo a los pasos previos, a las revoluciones de palabras y a los hechos. Barea describe explícitamente su visión de la guerra, lo que observa: "Madrid estaba sufriendo hambre y los túneles del metro; al igual que los sótanos de Telefónica, estaban abarrotados por miles de refugiados”. Hemingway. Las Brigadas Internacionales. Detalla su labor al frente del Comité de Censura durante la guerra, con sede en el edificio de Telefónica.
El lector termina el libro con las emociones revueltas, pero con mayor amplitud de mirada. Después, como en los finales impuestos, como en las historias no resueltas, el desamparo.
La forja de un rebelde: La forja, La ruta, La llama
ARTURO BAREA
1941-46 Editorial inglesa Faber&Faber
1951 Editorial argentina Losada
2006 Debolsillo
5 comentarios:
Não tem nenhum relato da primeira família de Arturo Barea, antes de ele fugir para a guerra? Meu avô Enrique Barea Grimaldos,é filho dele,reside atualmente no Brasil, e duas filhas suas já faleceram, Adolfina Barea e Carmem Barea.
Escríbeme a gardeu@gmail.com
No he entendido muy bien qué buscas. ¿Eres entonces el bisnieto de Barea y de Aurelia, no?
Saludos
Quem é a Senhora Patricia Gardeu?
eu sou bisneto de arturo barea meu nome é gustavo santos barea moro no brasil e meu avô é enrique barea grimaldes filho de arturo barea eu tenho 12 anos de idade e sou irmão dessa menina q escreveu o primeiro comentario stella santos barea q mora na minha casa meu avô enrique sempre conta historias do pai dele para mim
Hola Gustavo!! Qué ilusión que me escribas.
Mándame un e-mail a:
gardeu@gmail.com
y hablamos!!
Saludos
Publicar un comentario